viernes, 19 de diciembre de 2014

El posadero (Navidad 2014)


La noche era fría, oscura, nada apetecible. Decidí hacer entrar al poco ganado que nos quedaba; a veces lo metía en la sala adjunta, y así no se helaba el ambiente. El buey se había hecho adulto y no cupo. La mula estaba ya vieja, la dejé fuera también, en el establo.

Empezaron a llegar huéspedes; hicimos pleno aquella noche.

Tres comerciantes pidieron sitio, andaban ocupados contando y mostrando sus ganancias. Me percaté de su soberbia, pero sí, les dejé entrar. Al fin y al cabo… Sus monedas, no las podía rechazar.

Otros tres viajeros llamaron a mi puerta, ansiaban la cena. Y comieron, y comieron, y mira que yo soy de buen comer. Pero esos tres hombres superaron un límite que me costó mucho de abastecer. Y de gula en mi interior les acusaba… Pero mi bolsillo, su dinero, lo necesitaba.

Y vino el médico, con su mujer. No vivían lejos, pero era tarde y por pereza, me pidieron sitio para pasar la noche. Les di habitación y quedaron contentos, pero mi sorpresa era tal, que gritaba desde dentro. ¿Quién gastaría tres monedas viviendo tan cerca? Callé porque, aun sin comprenderlo, me venían perfectas.

Llegaron también un hombre y una mujer, y rápido supe que su relación no era de mi menester. Pero era evidente que ella no era del hombre, ni él de la mujer. Y aunque siempre critiqué la lujuria, cedí. Ni criterios ni juicios dan dinero para vivir.

Tras ellos venía mi competidor, Ahamías. Tenía también su posada, pero la quería comparar con la mía. Siempre me envidió, y más desde que casé con Marta. Y de ningún modo pude quitármelo de encima, así que le cobré el doble y le di la habitación más bonita.

Por último, las hermanas. Enfadadas, seguro que habían discutido; su ira parecía ahogar el frío. Encendidas, casi exigieron habitación. Lanzaron sus monedas y las cogí sin dilación.

Fue más tarde que un buen hombre llamó, ¿pero qué podía saber yo? Y vi a esa pobre chica, parturienta como estaba. Pero yo ya tenía llena mi posada. Con avaricia la llené, al tope hasta colmar, de soberbia, gula y pereza. De lujuria, envidia e ira. Y ella, con humildad y templanza, siempre diligente y pura. La madre caritativa y paciente… Se fue a tener al que salvó a todas las gentes. No fue mi culpa, no. Pero Dios en mi establo nació.







martes, 16 de septiembre de 2014

El buen profesor



Siendo estas las semanas de inicio de curso, y a la luz de algún acontecimiento reciente, era de esperar que mi próximo post trataría del tema que se lee en el título. Con gran pesar tecleo con una imagen muy concreta en mi cabeza.

Se inicia la primera clase y todo estudiante se pregunta si el que tiene delante será buen docente, pero… ¿Quién es buen profesor? 

El buen profesor sonríe, pero sus ojos no esconden tontería, sino sabiduría. Sabe ya desde el principio con qué tendrá que lidiar, y a ello se enfrenta sin dejar que el pulso tiemble.

Al alumno brillante le saca aún más brillo, le estira al máximo de sus capacidades cual goma. Le propone retos, le exige. No le regalará la mejor nota porque Dios le haya obsequiado con la mejor mente. Castigará el vivir de rentas tanto o más que la falta de resultados certeros en la última prueba. El buen profesor hará de él un diamante, un pilar sólido de la asignatura, un verdadero amante.

Al más impermeable al chaparrón de conocimiento, dedicará toda la paciencia que tiene, y también la que no tiene. Las horas libres, los descansos. Todo por el alumno que con tesón se aplica, la voluntad siempre llega a buen puerto. El buen profesor sabe eso… Y cree en ello. Y corrige, jamás desprecia, y se desvive. Y no descansa hasta haber hecho del impermeable un experto, y el alumno, encantado, queda más que satisfecho.

El buen profesor entra en clase con paso decidido, pero nunca con prisa. Explica la materia con pasión, jamás como mera repetición. Espera impaciente en su despacho al estudiante con aquella duda que, de no ser resuelta, le quitará el sueño. Duerme tranquilo con el buen progreso de sus chavales, inquieto, se queda sin hambre si alguno es indiferente a su clase. Con fuerza coge la tiza, una teoría se puede explicar de mil maneras distintas. Con amor recuerda una y otra vez que ahí se esconde Pitagorín, y deja que él mismo asalte la mente de sus alumnos durante el examen.

“Prima clase non data, ultima abreviata”, no sé quién dijo eso, pero tenía tanta razón... Tanta, tantísima, que cuando el buen profesor abandona el aula, ya se le echa de menos, ya los alumnos se sienten huérfanos. Todos ellos. Deja un hueco que queda colmado por los conocimientos que ha aportado, pero con sabor a nostalgia. Con aroma a risas, a ejercicios difíciles, desafiantes. A orientación certera, a confianza, a anécdotas. A complicidad con sus compañeros, a valores, a coherencia. A consejos valiosos y charlas largas, interesantes. Y también… A la fiesta de despedida.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Perspectiva


Se me han quejado de que ya casi no escribo, y llevan mucha razón. El verano… ¡Ay, el verano! Uno aprovecha para hacer tantas mil cosas…

Hoy la cosa va de perspectivas, de la importancia que tienen. Hablamos del mundo que nos rodea y a veces, sólo a veces, somos conscientes de la influencia de nuestro punto de vista.

Hay conceptos que sí tenemos claramente clasificados como subjetivos. Si esta película te parece impresionante o no, si la paella ha salido buena o no. Pero muchos, muchísimos más deberían entrar en este bloque.

La belleza, por ejemplo. La famosa frase “Para gustos, colores”, salir por el lateral en conversaciones complicadas sobre novias de amigos. Oh sí, sí, pero luego definimos la belleza como si fuera una idea fija, algo irrefutable. ¿Quién decide cuándo algo es bello? Porque hay cosas bonitas, todos estamos de acuerdo. Pero ¿dónde está la frontera entre aquello bonito y aquello que no lo es? Sobre un paisaje, pienso. Y me pregunto cuántos árboles en un bosque marcarán la diferencia entre considerarlo frondoso e imponente, o llamarlo pobre y mísero. Y si un conejo pudiera hablar sobre la mujer más hermosa del planeta, ¿qué diría? Porque nosotros, a los conejos, los vemos todos iguales. Y me hablarán de criterios, de cánones de belleza. De proporciones. Me dirán que existe una nariz perfecta, unos ojos exóticos, preciosos. Nadie podría negar que son hermosos, pero tampoco nadie podría demostrar que no existen otros del color opuesto que no sean bonitos. ¿Cuál es, pues? ¿Cuál es la ley que rige el concepto? No existe. El concepto está tan ligado al punto de vista que no hay norma que pudiera dominarlo ni describirlo, no es calculable. No se puede dibujar algo bello afirmando que es lo único que responde a ese término. Y si no hay función única –un solo punto “y” para cada punto “x”-, no hay objetividad. Si me pides que dibuje una orquídea, te la dibujaré. Y todas las orquídeas se asemejarán a la que yo te he dibujado. Pero si me pides que pinte algo bello… Dibujaré esos ojos, sabiendo que tú dibujarías otros.

Y la lluvia, ¿Cuándo es buena? Para ti, que la necesitas para que la vid dé buen fruto; para ti es perfecta hoy. Pero no para el día de la boda, ellos van a pedir que no descargue hoy el cielo.

Y la primavera, ¿Es la mejor época? Lo es según tu nieta, anda buscando flores para su mamá. Pero no para ti, se hace duro imaginar una brisa que no haga ondear ya aquella melena canosa, dulce.

La perspectiva… Cuánto importa. Y me he quedado corta, se podría hablar durante horas, días sobre esto. Tengo muy claro que otras cosas son indiscutibles, claramente objetivas. Ya escribiré sobre ellas más adelante. Pero lo que hoy tengo en la cabeza es  lo variable que puede ser una definición dependiendo de cómo uno vea las cosas… Desde su posición.



martes, 22 de julio de 2014

Helicoides


Ya comenté en una de las anteriores publicaciones que el tema de la capacidad cerebral humana me inquieta. Tanto a nivel de inteligencia neta, aquello del “sapiens sapiens”, como a nivel de volumen, tal y como lo entendemos en unidades cúbicas de espacio.

¿Dónde está el límite entre lo que podemos entender y lo que no? Porque lo que está claro es que haberlo, haylo, como diría mi profesora de lengua. Hay conceptos que no pueden ser asimilados por nuestra inteligencia. Ideas que quedan grandes para caber en una mente como la nuestra.

Cada persona es distinta, lo sé. No puedo decir que nuestras cabezas hayan sido talladas siguiendo un mismo patrón, es obvio que cada molde es diferente. Pero la conclusión es que, aunque seamos artesanales, venimos prediseñados; entramos todos en el subgrupo evolutivo humano. Nuestra capacidad cognitiva tiene un límite real y a ello quiero referirme.

Uno, dos, tres. Treinta y tres. Trescientos treinta y tres. Y siguiendo hasta el infinito, y así lo digo y ahí lo dejo pero… ¿El infinito? Utilizo el concepto como si pudiera comprenderlo, como si me entrara en la cabeza. Mi fiel amiga me llamaría “pedante”, y no en vano. No podemos hablar del infinito como si tuviera cabida en nuestra cabeza, porque no la tiene. No porque seamos tontos ni cortos, sino porque estamos diseñados así. Nuestra mente tiene un límite real, es finita. Uno puede ser muy, muy inteligente. Uno puede tener una cabeza muy, muy grande, desproporcionada incluso. Pero no puede ni podrá nunca hacer entrar en su cerebro un concepto que no tiene inicio ni fin. Tampoco podrá comprender la “nada”, porque no existe, no es. Puede definirla, describirla. Pero nunca asimilarla, nuestro mundo es real. Inevitablemente pensar en la “nada” implica imaginar un espacio vacío, pero en el momento en que ya hay un espacio, ya es algo –no es “nada”-, ya existe, ya es. Nunca, ¿nunca? Nada de tiempo. Incomprensible también.

Volviendo a lo que sí que tiene existencia, el infinito puede presentarse como una recta, sencilla, limpia, se nos va de las manos por ambos lados. O bien como helicoide, más compleja. Ocupa las tres dimensiones, y mientras crece, también la que llaman cuarta: el tiempo. Y escapa y se aleja, y perdemos de vista sus extremos e intentamos comprender hacia dónde va. Y vemos que el destino no lo tenemos a la vista porque somos así, funcionamos así. Delimitados así, finitos. 

martes, 10 de junio de 2014

Por. (Miedo.)

Aquest text el vaig escriure fa temps, una amiga el va publicar en un dels seus blogs (gràcies, Sunsi), els quals recomano de veritat. L'he retrobat fa poc, espero que us agradi.


Por, molta por. Entres en aquella sala fosca per a buscar llenties un dijous per la nit. Silenci, cap so. I, no saps com, essent adult, t’envaeix aquell sentiment tan estrany que et fa caminar lentament i t’obliga a mirar a tots llocs abans d’avançar un pas més cap a les llenties. Busques l’interruptor de la llum i l’apretes, però la bombeta no s’encén. Continues la teva marxa i, de sobte, un soroll, provocat segurament pels teus peus, et fa agafar aire massivament i aguantar la respiració. Et quedes quiet, sense atrevir-te a deixar anar l’aire. Mires un cop més en totes direccions, sabent que si veus alguna cosa, t’hi quedes. És una mica il·lògic, no? Per què mirar tant si no pots veure res? Però tot i així pentines la despensa amb la vista, per si de cas. I et fa una mica de vergonya tenir por d’una cosa així a aquestes edats. I penses “què és la por?”.


Sentim la por i prou, no ens parem a pensar en què és. No ens imaginem que la millor manera de vèncer una cosa és saber què la forma. Jo crec que por és ignorància. Incertesa sobre el que vindrà, sobre el que ens espera. Acostumats a veure-ho tot amb llum i claredat, ens desconcertem quan no ho controlem tot. I llavors tenim por. Por a que les coses no surtin com ens esperem.


Però la por no és cosa de llum o foscor. No has experimentat por alguna vegada a perdre un amic? Aquell dia en què et vas enfadar amb un amic per un malentès o una ximpleria. I quan vas arribar a casa et vas passar un munt d’estona pensant en el teu amic. No és un amic, és el teu amic. En tants cops que havíeu rigut i en tants secrets que us havíeu confiat. I vas agafar el telèfon i vas marcar el seu número de memòria. I, sobretot, mentre esperaves a que contestés, tenies por. Por a que no et perdonés. Por a que no arribés a ser un altre cop com abans. Por a perdre un amic. I no recuperar-lo mai.


La por és física o psíquica? És un instint de supervivència o un debilitador natural?

A la primera pregunta jo respondria que, en estar causada per fets que raonem, és més aviat un efecte mental amb repercussions corporals, que et fan estar tens quan no trobes la llanterna de la despensa. No en som conscients de com el nostre cervell pot arribar a controlar qualsevol reflex del nostre cos. No en som conscients, no n’ets conscient, així que simplement notes com se t’encongeix el cor quan cruix el sòl, i decideixes preparar una truiteta de patates, que no passa res per no menjar llenties. Ja en menjaré demà per dinar, penses. Demà per dinar, perquè hi haurà prou llum en aquesta saleta com per a que puguis controlar la situació i agafar els llegums que més et vinguin de gust. I la por haurà passat, i tú no hi hauràs pensat.

Pel que fa a la segona pregunta, jo no sé si la por és un avantatge o un inconvevient. Sí, és veritat, el temor a alguna cosa ens fa petits d’aquella manera tan brutal, que no sembla gaire beneficiosa. Però el fet de superar les pors ens fa grans per dintre i valents per fora. I tornes a la maleïda saleta fosca el dissabte a buscar vinagre aquest cop, que per l’amanida no te’n queda, i et torna a passar el mateix. El cor et truca, et dóna cops desde dintre, avisant de que passa quelcom que no li agrada. Aquesta vegada no pots donar mitja volta i marxar, perquè notes una maneta que t’agafa fort. Et preguntes qui té més por, si el teu fill o tu, i com a bon pare segueixes, palpes l’estant i agafes la primera ampolla que trobes, que no és precisament la del vinagre.

I per tercer cop hi entres el dimecres, que la nena vol llet després de sopar. I et preguntes què punyetes passa que sempre has odiat aquella saleta. Perquè odiem la por? Anem per la vida buscant sentiments diferents i emocionants, però quan ens topem amb el més interessant de tots, en fugim. En fugim perquè mai no en serem conscients que el món no és nostre, que en realitat som molt petits. Perquè la manca de confiança ens supera d’aquella manera tan potent, inexplicable. En fugim perquè no la sabem ni definir, la por. Perquè té la capacitat de fer-nos autoconvèncer que no fan falta les llenties. La truita és molt bona. No si, en realitat, per què voldria jo llenties?

martes, 27 de mayo de 2014

Visa Para Un Sueño

Con tanto trabajo por hacer, una se para a pensar en todo aquello en lo que sueña. Ello me trae a la mente esa canción de mi lista de favoritos que tantas veces he escuchado, sería imposible olvidarla.

Juan Luis Guerra, uno de mis cantantes preferidos, me habla de tantos que tenían un sueño casi imposible de cumplir. Tan difícil era conseguir visa para los Estados Unidos, que la desesperación de la gente de su país -República Dominicana- por conseguirla llegó (y llega) a niveles insospechados. La sensación agónica de querer algo que no parece haber manera de conseguir.

Nos recuerda que debemos pensarlo "muy mucho" antes de quejarnos, otros tienen los sueños tan cerca y, al mismo tiempo, tan lejos... Os dejo con el tema del gran J. L. Guerra, espero que os chifle tanto como a mí.



martes, 20 de mayo de 2014

Spaghetti


Hoy vamos con un símil que visualizo desde hace tiempo cuando algo se complica. Habréis notado que ahora escribo con menos frecuencia; los exámenes se acercan, están al acecho. Se sienten. 

Los espaguetis… Oohh, qué gran idea. Tienen sabor propio, pero combinan bien con casi cualquier salsa. Me he preparado un buen plato y lo único que ahora mismo tengo claro es que me los voy a comer. Los voy a engullir, no hay duda.

Me gusta pensar que pasa algo parecido con los problemas. Algo se complica en nuestra vida, en un sector o en varios, y se nos nubla el horizonte, parece oscuro. La solución se ve difusa, a veces ni siquiera se deja ver. Hay que tomar una decisión, los caminos se entrecruzan, ninguna opción parece mucho mejor que las demás. A veces, peor. No hay que decidir, se nos pone delante un plato. Y lo único que se nos dice: “Come”.

La cabeza empieza a doler, parece que las neuronas bailen. El cráneo se nos queda pequeño. Hay tempestad, tormenta ahí dentro. Aunque sólo un subapartado de nuestra vida funcione mal, el esquema general tiene pinta de “problemizarse”. Parece una epidemia. Y cuando todo tiene aspecto turbio, grisáceo y muy, muy denso, en ese preciso instante… Aparecen mis espaguetis.

Están enredados, es difícil deshacer los nudos. Cruzados, retorcidos, me recuerdan a esa mente caótica. Pero pongo esa salsa de tomate que me preparó la abuela, que tanto me quiere. Y con la ayuda del condimento voy separándolos poco a poco en paquetitos comestibles. No importa lo liados que estén, es un hecho, una certeza, que me los voy a acabar comiendo. Son problemas, sí, pero con fecha de caducidad. Al final de la comida ya no estarán, eso es una verdad aplastante. Quizás me cuesta mucho desenredarlos, no lo niego. Pero cuando todo acabe, estarán comidos. “Divide y vencerás”.

Existen aquí y ahora, pero hay un punto en la línea del tiempo, más adelante –a veces mucho más-, en que no están, no son, carecen de existencia. Solucionados o no, te los has comido, constituyen un recuerdo. Dulce, amargo o ácido, pero sabroso.

Este planteamiento me tranquiliza, quizás es mejor ver las cosas así. Espero que os haya gustado el enfoque, intentaré volver a escribir pronto. Mientras tanto… Buon appetito.  





martes, 6 de mayo de 2014

Porque sí.


Hace unos días, discutía con un sabio el valor de un “porque sí”. La conversación acabó con un “Oye, pues ya escribirás sobre ello en el blog”, así que allá voy.

Los motivos son importantes, explicativos. Es muy convincente saber que alguien hace lo que hace con un porqué de fondo. En la mayoría de casos, son necesarios, pienso yo. El mundo sería bastante caótico si el 97% de las cosas no se hicieran por algo en concreto, algo relacionado con el resto de las causas, algo que ha de hacerse. Que permite que el río siga su cauce, en definitiva, algo que hace el papel de motivo.

Por otro lado, camufladas, maquilladas de motivo, están las excusas, eternas mentirosas. Si las antepone un “es que”, su identidad queda delatada. Pero, a veces, las precede un “porque”. Embaucadoras, cuánto te engañan.

Pero la mejor respuesta, ¡Oh Mamma!, ese 3% restante, me enamora. “¿Por qué?” te pregunto. Y me respondes “Porque sí” y me dejas desconcertada, sin armas. Tu actuación no tiene justificación, no la necesita, es causa en sí misma. Impones lo que piensas sin dejar sitio para las dudas, sin resquicio de titubeos. Voluntad, destino, intuición. Lo único que queda es preguntarse cuál de las tres, porque ya no hay espacio para motivos, lo has destruido. Un “porque sí” que denota determinación, no necesitas que te diga lo seguro que estás, ya eres consciente de ello.

Actúas bien, tu conciencia lo avala. Miras fijo y pisas firme, igual que haría un mamut. Que tiemble todo lo demás, tu perspectiva se impone. Y ojalá pudiera ser siempre así, piensas. Ojalá las respuestas se presentaran siempre tan claras, indiscutibles.

Y como es indiscutible, callo. Callo y te entiendo. Y por qué lo haces así? Porque sí. Porque . Es como debe ser, por eso se hace así. Así sin más, porque tú sabes bien que en realidad es así… Porque sí.


martes, 22 de abril de 2014

Sant Jordi 2014

Demà, Sant Jordi. La meva publicació d'aquesta setmana és el relat curt amb el que vaig guanyar  l'any passat el certamen literari de la meva universitat. Espero que us agradi, jo vaig gaudir molt escrivint-lo. 


Dia a dia

Encara no ha saludat el sol que ja et sona el despertador, avui cinc minuts més aviat que ahir. No vols tornar a fer tard, i cada cop et costa més llevar-te. Anys… tants anys que pesen, però tot i així t’aixeques, ja ets amunt. Et poses els pantalons grisos, que els texans es van tacar ahir. Baixant a esmorzar ja sents l’olor de l’esqueixada, la Montse et cuida bé. La il·lusió de menjar el teu plat preferit ja t’arrenca un somriure de bon matí. Ni el temps ni els contratemps no han aconseguit mai apagar aquest somriure que no es cansa, ets feliç.

Saludes el teu àngel, “Has dormit bé?” et pregunta. Respons amb un petó, era evident. Com s’ha pogut llevar més d’hora? I mentre t’ho preguntes el sol ja apunta, bon dia, Tomeu.

Surten les torrades i et desperten de les cavil·lacions, la Montse hi és en tot. Un bon esmorzar, sí senyor, i cap al quiosc. Verdura, pil·la pel rellotge de la cuina, ho tens tot. T’agrada la sensació de ser-li útil, així camina menys. Quan tornes a casa ella ja marxa, té hora amb la Paquita, sempre tan puntual. Veus els texans estesos… tens un tresor.

Llegeixes la prensa i ja no t’escandalitzes. Quasi tot són males notícies, però la teva sensibilitat ja ha estat curtida. Una vida difícil, una vida plena. Tot i així, vam guanyar el partit, quatre golassos, com uns reis. El temps just per acabar de mirar-te la contraportada i surts disparat. És dimarts, has quedat amb el Jordi.

Ja t’espera a Palau Reial, què n’és de bonica aquesta ciutat. Els de dalt deuen estar contents. Us poseu a caminar junts i aneu xerrant. Després us asseieu al sol, als bancs. Somrius, estàs tranquil, agraït. Ho tens tot.

Per dinar, l’esqueixada. Repetiries mil cops, però s’ha de controlar, que si no, després…
I per la tarda, el millor moment del dia. Les estones amb ella no les podries substituir per res. T’és imprescindible, necessària. El vostre passeig és costum, i t’encanta. Et poses la millor muda, avui és un dia especial. 14 de març, costa comptar quants anys junts. Li dones l’habitual ram de clavells, el posa en aigua contenta i ja sortiu.

Camineu a poc a poc, els seus ossos no estan per molt més. Podria ser pitjor, penses. Qui ho diria? Va haver-hi un dia en què semblava que res podia ser pitjor. No, no era benigne. Havíeu passat aquella etapa més units que mai, la unió fa la força, diuen. El dolor et fa fort d’una manera inassolible pels que no l’han experimentat. I, al final, et dóna motius reals per somriure. Et vas pensar que la perdies, i aquí la tens. Se li cau el mocador, t’ajups ràpidament per recollir-lo tu. L’esquena també et pesa, la vida va passant factura. Però per això estem, no? Per convidar-la a ballar aquell dia, el dia. Era ara o mai, era el moment. I vas encertar, ella estava preciosa… i ni s’ho imaginava, ni t’ho imaginaves. Que estaríeu junts sempre, els nens, la casa, les flors, l’àvia Filomena, la sopa, el gosset, els passejos, les bones notícies, les dolentes. Junts en salut i enfermetat, costi el que costi, quan sigui, com sigui. Promeses que no costen d’acomplir.

Tampoc no us imagineu que una noia allà al fons us observa, ho veu tot. La Montse t’il·lumina, ella és el teu riure i somriure. Des del primer dia. Es veu, es palpa. La noia ho veu i ho palpa. I no sabeu que heu inspirat el seu relat de Sant Jordi… i el més probable és que no ho sapigueu mai.
                                                                                                                                                   

Mañana, Sant Jordi. Mi publicación de esta semana es el relato corto con el que gané el año pasado el certamen literario de mi universidad. Espero que os guste, yo disfruté mucho escribiéndolo.

Día a día

Aún no ha saludado el sol que ya te suena el despertador, hoy cinco minutos antes que ayer. No quieres volver a llegar tarde, y cada vez te cuesta más levantarte. Años... tantos años que pesan, pero aún así te levantas, ya estás en pie. Te pones los pantalones grises, que los tejanos se mancharon ayer. Bajando a desayunar ya hueles la esqueixada, Montse te cuida bien. La ilusión de comer tu plato favorito ya te arranca una sonrisa de buena mañana. Ni el tiempo ni los contratiempos han conseguido apagar esta sonrisa que no se cansa, eres feliz.

Saludas a tu ángel, "¿Has dormido bien?" te pregunta.  Respondes con un beso, era evidente. ¿Cómo se ha podido levantar más temprano? Y mientras te lo preguntas ya amanece, buenos días, Tomeu.

Salen las tostadas y te despiertan de las cavilaciones, Montse está en todo. Un buen desayuno, sí señor, y hacia el quiosco. Verduras, pila para el reloj de la cocina, lo tienes todo. Te gusta la sensación de serle útil, así camina menos. Cuando vuelves a casa ella ya se va, tiene hora con Paquita, siempre tan puntual. Ves los tejanos tendidos... tienes un tesoro.

Lees la prensa y ya no te escandalizas. Casi todo son malas noticias, pero tu sensibilidad ya está curtida. Una vida difícil, una vida plena. Aún así, ganamos el partido, cuatro golazos, como unos reyes. El tiempo justo para acabar de mirarte la contraportada y sales disparado. Es martes, has quedado con Jordi. 

Ya te espera en Palau Reial, qué bonita es esta ciudad. Los de arriba deben estar contentos. Os ponéis a andar juntos y vais hablando. Después os sentáis al sol, en los bancos. Sonríes, estás tranquilo, agradecido. Lo tienes todo. 

Para comer, la esqueixada. Repetirías mil veces, pero hay que controlar, que si no, después... 

Y por la tarde, el mejor momento del día. Los ratos con ella no los podrías sustituir por nada. Te es imprescindible, necesaria. Vuestro paseo es costumbre, y te encanta. Te pones tu mejor muda, hoy es un día especial. 14 de marzo, cuesta contar cuántos años juntos. Le das el habitual ramo de claveles, lo pone en agua contenta y ya salís.

Camináis poco a poco, sus huesos no están para mucho más. Podría ser peor, piensas. ¿Quién lo diría? Hubo un día en que parecía que nada podía ir peor. No, no era benigno. Habíais pasado esa etapa más unidos que nunca, la unión hace la fuerza, dicen. El dolor te hace fuerte de una manera inalcanzable para los que no lo han experimentado. Y, al final, te da motivos reales para sonreír. Pensaste que la perdías, y aquí la tienes. Se le cae el pañuelo, te agachas rápido para recogerlo tú. La espalda también te pesa, la vida va pasando factura. Pero para eso estamos, ¿no? Para sacarla a bailar ese día, el día. Era ahora o nunca, era el momento. Y acertaste, ella estaba preciosa... y ni lo imaginaba, ni lo imaginabas. Que estaríais juntos siempre, los niños, la casa. las flores, la abuela Filomena, la sopa, el perrito, los paseos, las buenas noticias, las malas. Juntos en salud y enfermedad, cueste lo que cueste, cuando sea, como sea. Promesas que no cuestan de cumplir. 

Tampoco imagináis que una chica allí al fondo os observa, lo ve todo. Montse te ilumina, ella es tu risa y tu sonrisa. Desde el primer día. Se ve, se palpa. La chica lo ve y lo palpa. Y no sabéis que habéis inspirado su relato de Sant Jordi... y lo más probable es que no lo sepáis nunca. 


martes, 15 de abril de 2014

La Prueba



Hace tiempo, vi en una película (1) una idea que giró completamente la manera que tenía yo de explicar algunos conceptos que hay en mi cabeza. Os voy a exponer este giro, a mí me pareció interesante.

Algunos navegan por esta vida, se la toman como una travesía preciosa –realmente, lo es- que les fue regalada algún día. Otros podríamos decir que simplemente “pasan” por aquí, sin llegar a plantearse gran cosa, su manera de vivir es sobrevivir. Hay muchos modos de tomarse este juego, pero todos tienen algo en común: no queremos jugar solos.

Seguimos, incluso perseguimos a aquellas personas que nos sacan una sonrisa, que nos dan motivos para ir tras ellas. La familia, los amigos, la pareja. Definitivamente suena redundante decir que “Todo va bien… Mientras todo vaya bien”, pero es así. Cuando algo se tuerce con aquellas personas a las que amamos, parece que se hunda el mundo. Aparece un peso muy, muy pesado en la zona del pecho, como si se nos encogiera el tórax. La garganta empieza a doler un poco; un dolor que emana desde dentro, me gustaría saber explicarlo mejor. Las manos tiemblan, cogemos un lápiz para escribir pero los dedos no responden. Los ojos empiezan a hacer el tonto, parece que se nublen, que quieran llover. La cabeza duele, no tenemos ganas de hacer nada. No queremos salir ahí fuera, sacar lo mejor de nosotros aunque ya casi no quede nada. No queremos perdonar y dar más. Pero a veces lo logramos, volvemos a empezar. Le damos otra oportunidad, otro detalle de amor, una sonrisa nueva. Y nos vuelve a rechazar y esta vez sí que nos rendimos, porque no es justo, ya no merece más.

En realidad… ¿Quiénes somos nosotros para rendirnos? ¿Acaso no hicimos –y hacemos- lo mismo? A veces pasamos a un nivel olímpico de Él. Otras veces le hacemos un poco de caso, pero sólo el suficiente. Otras ya sí que nos esforzamos, le agradecemos de verdad todo lo que nos ha dado, intentamos corresponder. Utilizar bien esos talentos que nos regaló, poner la otra mejilla. Pero aquí el que supo poner la mejilla, la cara entera y la vida fue Jesús. Y exigimos que se valore nuestro esfuerzo, pero el suyo lo damos por supuesto. Y nos quejamos si no nos agradecen lo que damos, pero el cariño que Él tuvo por nosotros no lo contemplamos. Llevamos veintiún siglos sin hacer mucho caso del sacrificio que hizo por nosotros, pero eso sí, si te hago un favorcito, agradécemelo al instante.

Hemos oído la historia muchas veces, demasiadas quizás. Pero no sé yo si nos hemos parado a escucharla, a interiorizarla. A darnos cuenta de que entre angelitos y algodones, decidió bajar aquí a ayudarnos. Y para colmar el asunto, se dejó incluso  matar por nosotros, por nuestra causa. Para que aprendiéramos el significado de amar, hasta los mismísimos huesos.

Aún así, un sabio dijo hace unos años que tenemos que estar muy, pero que muy contentos estos días. Parece contradictorio, pero tiene su sentido. La felicidad de pensar que nos quiso tantisísimo que dio su vida por nosotros, y bien dolorosamente que la dio, toma ya. “El abismo de malicia, que el pecado lleva consigo, ha sido salvado por una Caridad infinita” (2), touché. Fue lo que yo llamo un “crack”.

Quería compartir esta visión con vosotros, a mí me pareció sorprendente. Espero que paséis una feliz y reflexiva semana santa, os mando un beso enorme.

(1) Fireproof. Alex Jendrick, 2008. Prod. Samuel Goldwyn, Sherwood Pictures, Provident Films, Carmel Entertainment.
(2)  San Josemaría. Es Cristo Que Pasa (21ª Edición). Madrid, Editorial Rialp. 1973. Pág 208.

martes, 8 de abril de 2014

Veloz


Les ves abajo de todo, la pista es tuya. Vacía, te espera desafiante. Te camela, juraría que te está retando.

Te tiras sin dudarlo, no hay nada como la nieve polvo, no se puede comprar. Su valor es incalculable por definición, te deja jugar. Con carving cada curva es más veloz, antes de poder pensarlo llegas al cambio de rasante. Tu cuerpo entero se eleva, el corazón se para un instante. Tus ojos se abren, parece que los pulmones vayan a explotar. Cada músculo se tensa, expectante, espera un peligro. Tus manos agarran bien los palos, tus pies, extrañados, no soportan ningún peso. Sientes cómo vuelas, cortas el aire, el mundo es tuyo.

Aterrizas fuerte, recuerdas el valor de la determinación. Sigues en tu rapidez, en tus eses perfectas, tensión y flexión. Tienes miedo de perder el control. Espera, para un momento. ¿Tienes miedo?

Hay tantos tipos de emociones, tantísimos… No sabría escoger cuál prefiero. O quizás sí. Existe una sensación, un proceso, para el que no he encontrado una descripción perfecta. Me gusta llamarles “adrenalizantes”. Como yo lo veo, no hay nada, nada, parecido a lo que se siente cuando llega el conocido “subidón”. Llega y se va, y revoluciona y desaparece rápido. Evita la culpa, cobarde. Pero a ti te obliga a ser valiente, desde dentro todo te arde. No veo por qué iba a temer tal sensación, reconozco que prefiero buscarla.

También tú la buscas, por eso sé que no, no tienes miedo. No lo tuviste el día que te subiste a esa moto, te apoderaste del Tibidabo aquella tarde. Con sólo una cafetera a dos ruedas fuiste feliz, no necesitaste mucho. O el día de la cena en la playa, esa mirada paró tu corazón de un golpe, pero tú debías seguir con tu guitarra. Do, re menor, latido, latido, si bemol.

Y tu mente está ocupada pero debes frenar ya, tus esquís se deslizan perfecto, pero ya es hora de bajar. Wendy también subió con Peter, yo no te estoy diciendo que no. Y sin querer ser aguafiestas, pero sabes que también bajó.

Aun así, no sufras, los Alpes no se mueven, siempre podremos volver.




martes, 25 de marzo de 2014

¿Cartesiana?


Hoy voy a escribir sobre una inquietud que tengo desde que empecé a estudiar álgebra. Lo más probable es que penséis que acabé comiéndome los apuntes en lugar de estudiarlos, pero si se considera con calma, mi pregunta puede llegar a tener sentido.

Y si… ¿Y si la realidad no es cartesiana? Antes que nada, mejor introduzco el marco de la asignatura o nos podemos perder. Una base ortogonal es aquella formada por tres vectores de referencia que son perpendiculares entre sí. La típica que nos ponían en la pizarra en las clases de mates, vamos. El asunto es aún más bonito si dichos vectores tienen módulo 1, es decir, las flechitas de la pizarra son bonitas, iguales y miden 1. Esto es una base ortonormal, y significa que la realidad con la que trabajamos es cartesiana. Toda una preciosidad.

No pretendo quedar bien cuando afirmo que es una base bella, evoca al orden. Uno podría incluso sentarse a escribir poesía sobre ella, hay que extraer el arte de las cosas. Todo merece una oportunidad artística, pienso yo.

Hemos fabricado y ordenado nuestro entorno de acuerdo a esos vectores de mates. Los edificios, las carreteras, los libros. Nuestra cabeza se rige inconscientemente por ellos. Lo queramos o no, si imaginamos un espacio en nuestra mente, está en base ortonormal. Luego, podemos diseñar formas complejas y curvas de todo tipo, pero el fondo son esas tres flechitas iguales de la clase de álgebra. Y por supuesto que mientras todo funcione, no hay problema. Y funciona, no lo pongo en duda. Los coches arrancan y los edificios aguantan, todo sigue siendo una preciosidad.

Mi pregunta es: ¿y si esta ortonormalidad sólo se cumple “aquí dentro”? ¿Y si desde fuera de esta galaxia, o de este conjunto de galaxias, nuestra zona espacial se ve plegada? ¿O unas distrancias difieren en proporción de las otras? Entonces, me acabo de cargar nuestra ortonormalidad en un párrafo, pero no deja de ser una opción. Y desde esa primera clase de álgebra, esta opción me inquieta. Porque podría ser cierta. Porque claro está que todo funciona, pero eso significaría que la referencia que hemos estado tomando como absoluta, sólo es relativa. ¿Cuál sería, entonces, la base absoluta? ¿Existiría una realidad cartesiana “ahí fuera”? Sé que si supiéramos la respuesta, nada cambiaría para nosotros, que sólo se trata de una opción. El tiempo pasaría igual y nuestra manera de vivir sería la misma. Pero yo, al menos, dormiría más tranquila.