sábado, 24 de diciembre de 2016

Carta a SSMM los Reyes Magos de Oriente

Queridos lectores… Feliz Navidad! Ha pasado otro año, y qué rápido ha sido esta vez.

Ya he preparado mi carta a los Reyes Magos. Ya sabéis que si no se les escribe una carta, puede que olviden pasar por casa. También voy a dejar mi zapatilla y algo de turrón, los pobres deben acabar exhaustos en una de las grandes noches del año.

"Muy queridos Reyes Magos de Oriente:

Este año me he esforzado por ser buena. He tenido poco tiempo para escribir en el blog, por lo que sospecho que me habrán reservado ustedes algo de carbón. Aun así, espero que por los otros asuntos que han salido mejor, me puedan traer los siguientes regalos.

Me gustaría pedir Salud. No por que no la tenga, o tema su pronta pérdida, sino porque me he dado cuenta de que la Salud es como la nieve en invierno, el olor a flores en primavera o el aire mientras dormimos. Sólo nos damos cuenta cuando no está. Nunca la había pedido antes, pero tras esta reflexión me he decidido a ponerla en la Carta de este año. Sé que va muy buscada y pedida… Espero que puedan reservar una parte para mí.

También querría pedir cables. Cables de corriente continua para echarlos a todas las personas que tienen algún problema serio y no saben cómo resolverlo, o no tienen fuerzas para hacerlo. Y por qué no, también cableados sencillos para los problemillas pequeños. Aquellos que en realidad no entran en el criterio de lo “importante”, pero que inevitablemente nos importan. Es imprescindible que sean de corriente continua porque la ayuda debería ser paulatina, ir llegando sin interrupción ni cambios de sentido.

En mi Carta no podría faltar blanqueador dental. Tiene pinta de que habrá muchas, muchísimas sonrisas en 2017. Estarán repartidas por todo el globo, en las ciudades, en las playas y montañas. Se repetirán y volverán a repetirse. Las habrá abiertas, preciosas. Otras serán tímidas, apenas apreciables. Traigan el blanqueador a granel para las carcajadas, y en pequeñas dosis para las sonrisas más introvertidas. Todas, todas merecen ser extraordinarias; de ahí mi petición.

Me gustaría pedir un par de millones de brazos, para aquellos que con el sistema eléctrico que he mencionado no tengan suficiente. Deben ser musculosos, consistentes, para abrazar y consolar a cualquiera, incluso al más fuerte. Deben ir emparejados para formar el abrazo perfecto, con hombros impermeables para las lágrimas, y textura suave para calmarlo todo.

También querría pares de alas. Obviamente deben ir de dos en dos. Alas blancas de piel de conejo, invisibles a la mirada pero perceptibles al tacto. Con aroma a rosas recién cogidas, de las que tienen aquel color burdeos profundo y no encuentra uno cada día. Alas de ángel para todas aquellas personas que siempre ayudan, que están pendientes de cada detalle. Los que están en todo sin que nadie lo sepa, los que se preocupan por que todo salga bien, desde el discreto ángulo de la humildad. Para ellos alas de ángel, así podrán emprender un vuelo divertido y agradable cuando les apetezca.

No piensen que quiero ser abusona, ya mi Carta se acaba. Lo último que les quería pedir es que se concedan un capricho. Un regalo para sí. Todo el año observándonos, apuntando. Preparando el siguiente 6 de enero. Desde aquella primera Epifanía concediendo deseos, trayendo regalos. Contactando con proveedores, encontrando los juguetes más buscados, los regalos más complicados, los detalles más concretos. Todo para nosotros, y aquí yo sin poder darles las gracias. De modo que con su inevitable obediencia, tendrán que hacerme caso. Y concederse algo para su uso personal. Y así yo me quedaré contenta, tranquila. Agradecida y feliz. Y ustedes, siempre complacientes, siempre generosos… Seguirán viniendo cada año y nosotros, desde aquí, les amaremos.

Atentamente, 


Belén "


miércoles, 20 de julio de 2016

Paz (II)

Hola a todos, ¡siento la larga temporada sin escribir! Mil proyectos están haciendo que sea difícil encontrar ratos para dedicarme al blog, pero no os preocupéis, no os abandonaré. ¡A ver si logro cumplir con lo de “Al pot petit, la bona confitura”!

Lamento volver a escribir sobre la paz. Será que la encuentro interesante, o necesaria, o básica. O todas ellas.

Contradictoria. Incomprensible como la paz aparece en las peores situaciones, o puede desaparecer en las mejores, si uno no tiene su llave. Tremendo, actúa como y cuando quiere, si uno no la domina. Si no la controla, si no la posee. Si uno no tiene un As de paz en la manga, la situación se le tuerce cuando el azar así lo dicta. Cuando él quiere, a placer, a rabia.

Inmensa. La paz puede llegar a dominar a uno. La paz le atorga la capacidad de afrontar su peor pesadilla, un monstruo en el armario. Y vencerle cada noche, y dormir tranquilo. Y sin paz, no importa que no haya monstruo. Igual atormentará su hipotética presencia. Lo de menos es lo que haya el armario. Sin paz, incluso el aire torna en bestia.

Estable. La paz concede una de las cosas más anheladas por el hombre. La seguridad, aquello fiable. Aquello en lo que depositamos nuestro peso vital. Sin paz, jamás apoyaremos la carga del todo. La tranquilidad de ser consciente de que aquello troncal nunca fallará, sí, la paz la concede. Y el que la conoce y la domina lo sabe y, es más, cuenta con ello. Y ¿con qué cuenta el que no tiene paz? Con un péndulo sujeto al viento, a las patas de la mesa, al ruiseñor que lo golpea.

Paz es poder. Cualquier examen, cualquier dificultad, menguan si se enfrentan a alguien que tiene paz. La paz es el David que venció al más grande, al más fuerte. Y sí, hay problemas mayores que nosotros. “Nos superan en número y armamento”, diría aquel General. Y con una piedra… Con una piedra de paz bien lanzada, ya está ganada la batalla.

Paz es consejo, templanza. Saber decidir, o al menos no tener miedo a ello. Ir a por todas, o a por nada, pero a por algo en concreto, sabiendo a por lo que se va. Paz es resiliencia. Nada turba al pacífico. Nada le espanta. Y esas palabras no son mías.

Seguramente estaréis pensando que escribo esto por todas las personas que han finalizado los cursos académicos, o están apurando la temporada de trabajo cansados, antes de las vacaciones. Puede que algo tenga que ver, no os lo negaré. Pero la paz no entiende de estaciones, de días, de momentos. O está o no está, precisamente cuando se la necesita es cuando cuesta encontrar su llave. Pero su llave, eso sí que siempre está. Y además, está al alcance de todos, estoy radicalmente convencida de ello.