martes, 27 de mayo de 2014

Visa Para Un Sueño

Con tanto trabajo por hacer, una se para a pensar en todo aquello en lo que sueña. Ello me trae a la mente esa canción de mi lista de favoritos que tantas veces he escuchado, sería imposible olvidarla.

Juan Luis Guerra, uno de mis cantantes preferidos, me habla de tantos que tenían un sueño casi imposible de cumplir. Tan difícil era conseguir visa para los Estados Unidos, que la desesperación de la gente de su país -República Dominicana- por conseguirla llegó (y llega) a niveles insospechados. La sensación agónica de querer algo que no parece haber manera de conseguir.

Nos recuerda que debemos pensarlo "muy mucho" antes de quejarnos, otros tienen los sueños tan cerca y, al mismo tiempo, tan lejos... Os dejo con el tema del gran J. L. Guerra, espero que os chifle tanto como a mí.



martes, 20 de mayo de 2014

Spaghetti


Hoy vamos con un símil que visualizo desde hace tiempo cuando algo se complica. Habréis notado que ahora escribo con menos frecuencia; los exámenes se acercan, están al acecho. Se sienten. 

Los espaguetis… Oohh, qué gran idea. Tienen sabor propio, pero combinan bien con casi cualquier salsa. Me he preparado un buen plato y lo único que ahora mismo tengo claro es que me los voy a comer. Los voy a engullir, no hay duda.

Me gusta pensar que pasa algo parecido con los problemas. Algo se complica en nuestra vida, en un sector o en varios, y se nos nubla el horizonte, parece oscuro. La solución se ve difusa, a veces ni siquiera se deja ver. Hay que tomar una decisión, los caminos se entrecruzan, ninguna opción parece mucho mejor que las demás. A veces, peor. No hay que decidir, se nos pone delante un plato. Y lo único que se nos dice: “Come”.

La cabeza empieza a doler, parece que las neuronas bailen. El cráneo se nos queda pequeño. Hay tempestad, tormenta ahí dentro. Aunque sólo un subapartado de nuestra vida funcione mal, el esquema general tiene pinta de “problemizarse”. Parece una epidemia. Y cuando todo tiene aspecto turbio, grisáceo y muy, muy denso, en ese preciso instante… Aparecen mis espaguetis.

Están enredados, es difícil deshacer los nudos. Cruzados, retorcidos, me recuerdan a esa mente caótica. Pero pongo esa salsa de tomate que me preparó la abuela, que tanto me quiere. Y con la ayuda del condimento voy separándolos poco a poco en paquetitos comestibles. No importa lo liados que estén, es un hecho, una certeza, que me los voy a acabar comiendo. Son problemas, sí, pero con fecha de caducidad. Al final de la comida ya no estarán, eso es una verdad aplastante. Quizás me cuesta mucho desenredarlos, no lo niego. Pero cuando todo acabe, estarán comidos. “Divide y vencerás”.

Existen aquí y ahora, pero hay un punto en la línea del tiempo, más adelante –a veces mucho más-, en que no están, no son, carecen de existencia. Solucionados o no, te los has comido, constituyen un recuerdo. Dulce, amargo o ácido, pero sabroso.

Este planteamiento me tranquiliza, quizás es mejor ver las cosas así. Espero que os haya gustado el enfoque, intentaré volver a escribir pronto. Mientras tanto… Buon appetito.  





martes, 6 de mayo de 2014

Porque sí.


Hace unos días, discutía con un sabio el valor de un “porque sí”. La conversación acabó con un “Oye, pues ya escribirás sobre ello en el blog”, así que allá voy.

Los motivos son importantes, explicativos. Es muy convincente saber que alguien hace lo que hace con un porqué de fondo. En la mayoría de casos, son necesarios, pienso yo. El mundo sería bastante caótico si el 97% de las cosas no se hicieran por algo en concreto, algo relacionado con el resto de las causas, algo que ha de hacerse. Que permite que el río siga su cauce, en definitiva, algo que hace el papel de motivo.

Por otro lado, camufladas, maquilladas de motivo, están las excusas, eternas mentirosas. Si las antepone un “es que”, su identidad queda delatada. Pero, a veces, las precede un “porque”. Embaucadoras, cuánto te engañan.

Pero la mejor respuesta, ¡Oh Mamma!, ese 3% restante, me enamora. “¿Por qué?” te pregunto. Y me respondes “Porque sí” y me dejas desconcertada, sin armas. Tu actuación no tiene justificación, no la necesita, es causa en sí misma. Impones lo que piensas sin dejar sitio para las dudas, sin resquicio de titubeos. Voluntad, destino, intuición. Lo único que queda es preguntarse cuál de las tres, porque ya no hay espacio para motivos, lo has destruido. Un “porque sí” que denota determinación, no necesitas que te diga lo seguro que estás, ya eres consciente de ello.

Actúas bien, tu conciencia lo avala. Miras fijo y pisas firme, igual que haría un mamut. Que tiemble todo lo demás, tu perspectiva se impone. Y ojalá pudiera ser siempre así, piensas. Ojalá las respuestas se presentaran siempre tan claras, indiscutibles.

Y como es indiscutible, callo. Callo y te entiendo. Y por qué lo haces así? Porque sí. Porque . Es como debe ser, por eso se hace así. Así sin más, porque tú sabes bien que en realidad es así… Porque sí.