martes, 16 de abril de 2019

Gracias, Notre-Dame


Ardes, te ahogas ante nuestros ojos e intentamos ayudarte, pero te derrites más rápido de lo que pensábamos.

A tu alrededor siempre ha habido calma, te erigiste despacio, con tiempo. Tranquilamente elevaste tus muros, tan grandiosa que tardamos casi dos siglos en construirte. Curioso, todos te conocemos, pero no teníamos idea de tu fragilidad hasta hoy. Hemos disfrutado tan inocentemente de tus cristaleras, de tus gárgolas, que no hemos siquiera pensado en ella.

Ahora te vemos arder con desesperación y velocidad, con esa frustración que no implica, pero impone. Muchos de nosotros no te sentimos tan nuestra como para llorar, pero sí notamos que se desgarra una piececita de esta, nuestra historia.

Impone pensar que si la humanidad se resumiera en un par de páginas, aparecerías en ellas. Sobreviviste a la Revolución, albergaste a reyes y a plebeyos. Nos estremecimos cuando te vimos defender a aquel jorobado, con amor le protegiste y le mostraste el camino a la libertad.

Pensaremos también en aquellos ojos verdes que escondiste, con rabia ardiste ante Frodo. Pero hoy hemos comprobado que la realidad no es tan bonita, tu naturaleza no es inmune a las llamas. Y tenemos tanto que agradecerte.

Nos has recordado que casi nada es indestructible, ni siquiera la mismísima Notre-Dame. Que debemos disfrutarte y valorarte cuanto te mereces, porque podrías no estar aquí para siempre. Y nos consolamos sabiendo que te restauraremos, y además mucho más rápido que la última vez. Ahora mismo nos empapa ese sentimiento de impotencia, pero te agradecemos que nos hayas recordado esa sensación de equipo, de unión.

Hoy la gran mayoría de la humanidad gira su mirada hacia lo que daba por supuesto: Tú. Miramos con una mezcla amarga de asombro y desesperación como se hunde un eslabón de nuestro paso por el planeta, con la ilusión de que repararemos juntos los daños.

Y por eso debemos darte las gracias, por recordarnos que todos estamos del mismo bando. Nos pondremos manos a la obra y erigiremos de nuevo las columnas que te ha robado el fuego. Nos consolará pensar que lograremos hacerlo, es una certeza. Y que juntos podremos hacer que suene de nuevo tu son, el son de Notre-Dame.