martes, 22 de abril de 2014

Sant Jordi 2014

Demà, Sant Jordi. La meva publicació d'aquesta setmana és el relat curt amb el que vaig guanyar  l'any passat el certamen literari de la meva universitat. Espero que us agradi, jo vaig gaudir molt escrivint-lo. 


Dia a dia

Encara no ha saludat el sol que ja et sona el despertador, avui cinc minuts més aviat que ahir. No vols tornar a fer tard, i cada cop et costa més llevar-te. Anys… tants anys que pesen, però tot i així t’aixeques, ja ets amunt. Et poses els pantalons grisos, que els texans es van tacar ahir. Baixant a esmorzar ja sents l’olor de l’esqueixada, la Montse et cuida bé. La il·lusió de menjar el teu plat preferit ja t’arrenca un somriure de bon matí. Ni el temps ni els contratemps no han aconseguit mai apagar aquest somriure que no es cansa, ets feliç.

Saludes el teu àngel, “Has dormit bé?” et pregunta. Respons amb un petó, era evident. Com s’ha pogut llevar més d’hora? I mentre t’ho preguntes el sol ja apunta, bon dia, Tomeu.

Surten les torrades i et desperten de les cavil·lacions, la Montse hi és en tot. Un bon esmorzar, sí senyor, i cap al quiosc. Verdura, pil·la pel rellotge de la cuina, ho tens tot. T’agrada la sensació de ser-li útil, així camina menys. Quan tornes a casa ella ja marxa, té hora amb la Paquita, sempre tan puntual. Veus els texans estesos… tens un tresor.

Llegeixes la prensa i ja no t’escandalitzes. Quasi tot són males notícies, però la teva sensibilitat ja ha estat curtida. Una vida difícil, una vida plena. Tot i així, vam guanyar el partit, quatre golassos, com uns reis. El temps just per acabar de mirar-te la contraportada i surts disparat. És dimarts, has quedat amb el Jordi.

Ja t’espera a Palau Reial, què n’és de bonica aquesta ciutat. Els de dalt deuen estar contents. Us poseu a caminar junts i aneu xerrant. Després us asseieu al sol, als bancs. Somrius, estàs tranquil, agraït. Ho tens tot.

Per dinar, l’esqueixada. Repetiries mil cops, però s’ha de controlar, que si no, després…
I per la tarda, el millor moment del dia. Les estones amb ella no les podries substituir per res. T’és imprescindible, necessària. El vostre passeig és costum, i t’encanta. Et poses la millor muda, avui és un dia especial. 14 de març, costa comptar quants anys junts. Li dones l’habitual ram de clavells, el posa en aigua contenta i ja sortiu.

Camineu a poc a poc, els seus ossos no estan per molt més. Podria ser pitjor, penses. Qui ho diria? Va haver-hi un dia en què semblava que res podia ser pitjor. No, no era benigne. Havíeu passat aquella etapa més units que mai, la unió fa la força, diuen. El dolor et fa fort d’una manera inassolible pels que no l’han experimentat. I, al final, et dóna motius reals per somriure. Et vas pensar que la perdies, i aquí la tens. Se li cau el mocador, t’ajups ràpidament per recollir-lo tu. L’esquena també et pesa, la vida va passant factura. Però per això estem, no? Per convidar-la a ballar aquell dia, el dia. Era ara o mai, era el moment. I vas encertar, ella estava preciosa… i ni s’ho imaginava, ni t’ho imaginaves. Que estaríeu junts sempre, els nens, la casa, les flors, l’àvia Filomena, la sopa, el gosset, els passejos, les bones notícies, les dolentes. Junts en salut i enfermetat, costi el que costi, quan sigui, com sigui. Promeses que no costen d’acomplir.

Tampoc no us imagineu que una noia allà al fons us observa, ho veu tot. La Montse t’il·lumina, ella és el teu riure i somriure. Des del primer dia. Es veu, es palpa. La noia ho veu i ho palpa. I no sabeu que heu inspirat el seu relat de Sant Jordi… i el més probable és que no ho sapigueu mai.
                                                                                                                                                   

Mañana, Sant Jordi. Mi publicación de esta semana es el relato corto con el que gané el año pasado el certamen literario de mi universidad. Espero que os guste, yo disfruté mucho escribiéndolo.

Día a día

Aún no ha saludado el sol que ya te suena el despertador, hoy cinco minutos antes que ayer. No quieres volver a llegar tarde, y cada vez te cuesta más levantarte. Años... tantos años que pesan, pero aún así te levantas, ya estás en pie. Te pones los pantalones grises, que los tejanos se mancharon ayer. Bajando a desayunar ya hueles la esqueixada, Montse te cuida bien. La ilusión de comer tu plato favorito ya te arranca una sonrisa de buena mañana. Ni el tiempo ni los contratiempos han conseguido apagar esta sonrisa que no se cansa, eres feliz.

Saludas a tu ángel, "¿Has dormido bien?" te pregunta.  Respondes con un beso, era evidente. ¿Cómo se ha podido levantar más temprano? Y mientras te lo preguntas ya amanece, buenos días, Tomeu.

Salen las tostadas y te despiertan de las cavilaciones, Montse está en todo. Un buen desayuno, sí señor, y hacia el quiosco. Verduras, pila para el reloj de la cocina, lo tienes todo. Te gusta la sensación de serle útil, así camina menos. Cuando vuelves a casa ella ya se va, tiene hora con Paquita, siempre tan puntual. Ves los tejanos tendidos... tienes un tesoro.

Lees la prensa y ya no te escandalizas. Casi todo son malas noticias, pero tu sensibilidad ya está curtida. Una vida difícil, una vida plena. Aún así, ganamos el partido, cuatro golazos, como unos reyes. El tiempo justo para acabar de mirarte la contraportada y sales disparado. Es martes, has quedado con Jordi. 

Ya te espera en Palau Reial, qué bonita es esta ciudad. Los de arriba deben estar contentos. Os ponéis a andar juntos y vais hablando. Después os sentáis al sol, en los bancos. Sonríes, estás tranquilo, agradecido. Lo tienes todo. 

Para comer, la esqueixada. Repetirías mil veces, pero hay que controlar, que si no, después... 

Y por la tarde, el mejor momento del día. Los ratos con ella no los podrías sustituir por nada. Te es imprescindible, necesaria. Vuestro paseo es costumbre, y te encanta. Te pones tu mejor muda, hoy es un día especial. 14 de marzo, cuesta contar cuántos años juntos. Le das el habitual ramo de claveles, lo pone en agua contenta y ya salís.

Camináis poco a poco, sus huesos no están para mucho más. Podría ser peor, piensas. ¿Quién lo diría? Hubo un día en que parecía que nada podía ir peor. No, no era benigno. Habíais pasado esa etapa más unidos que nunca, la unión hace la fuerza, dicen. El dolor te hace fuerte de una manera inalcanzable para los que no lo han experimentado. Y, al final, te da motivos reales para sonreír. Pensaste que la perdías, y aquí la tienes. Se le cae el pañuelo, te agachas rápido para recogerlo tú. La espalda también te pesa, la vida va pasando factura. Pero para eso estamos, ¿no? Para sacarla a bailar ese día, el día. Era ahora o nunca, era el momento. Y acertaste, ella estaba preciosa... y ni lo imaginaba, ni lo imaginabas. Que estaríais juntos siempre, los niños, la casa. las flores, la abuela Filomena, la sopa, el perrito, los paseos, las buenas noticias, las malas. Juntos en salud y enfermedad, cueste lo que cueste, cuando sea, como sea. Promesas que no cuestan de cumplir. 

Tampoco imagináis que una chica allí al fondo os observa, lo ve todo. Montse te ilumina, ella es tu risa y tu sonrisa. Desde el primer día. Se ve, se palpa. La chica lo ve y lo palpa. Y no sabéis que habéis inspirado su relato de Sant Jordi... y lo más probable es que no lo sepáis nunca. 


martes, 15 de abril de 2014

La Prueba



Hace tiempo, vi en una película (1) una idea que giró completamente la manera que tenía yo de explicar algunos conceptos que hay en mi cabeza. Os voy a exponer este giro, a mí me pareció interesante.

Algunos navegan por esta vida, se la toman como una travesía preciosa –realmente, lo es- que les fue regalada algún día. Otros podríamos decir que simplemente “pasan” por aquí, sin llegar a plantearse gran cosa, su manera de vivir es sobrevivir. Hay muchos modos de tomarse este juego, pero todos tienen algo en común: no queremos jugar solos.

Seguimos, incluso perseguimos a aquellas personas que nos sacan una sonrisa, que nos dan motivos para ir tras ellas. La familia, los amigos, la pareja. Definitivamente suena redundante decir que “Todo va bien… Mientras todo vaya bien”, pero es así. Cuando algo se tuerce con aquellas personas a las que amamos, parece que se hunda el mundo. Aparece un peso muy, muy pesado en la zona del pecho, como si se nos encogiera el tórax. La garganta empieza a doler un poco; un dolor que emana desde dentro, me gustaría saber explicarlo mejor. Las manos tiemblan, cogemos un lápiz para escribir pero los dedos no responden. Los ojos empiezan a hacer el tonto, parece que se nublen, que quieran llover. La cabeza duele, no tenemos ganas de hacer nada. No queremos salir ahí fuera, sacar lo mejor de nosotros aunque ya casi no quede nada. No queremos perdonar y dar más. Pero a veces lo logramos, volvemos a empezar. Le damos otra oportunidad, otro detalle de amor, una sonrisa nueva. Y nos vuelve a rechazar y esta vez sí que nos rendimos, porque no es justo, ya no merece más.

En realidad… ¿Quiénes somos nosotros para rendirnos? ¿Acaso no hicimos –y hacemos- lo mismo? A veces pasamos a un nivel olímpico de Él. Otras veces le hacemos un poco de caso, pero sólo el suficiente. Otras ya sí que nos esforzamos, le agradecemos de verdad todo lo que nos ha dado, intentamos corresponder. Utilizar bien esos talentos que nos regaló, poner la otra mejilla. Pero aquí el que supo poner la mejilla, la cara entera y la vida fue Jesús. Y exigimos que se valore nuestro esfuerzo, pero el suyo lo damos por supuesto. Y nos quejamos si no nos agradecen lo que damos, pero el cariño que Él tuvo por nosotros no lo contemplamos. Llevamos veintiún siglos sin hacer mucho caso del sacrificio que hizo por nosotros, pero eso sí, si te hago un favorcito, agradécemelo al instante.

Hemos oído la historia muchas veces, demasiadas quizás. Pero no sé yo si nos hemos parado a escucharla, a interiorizarla. A darnos cuenta de que entre angelitos y algodones, decidió bajar aquí a ayudarnos. Y para colmar el asunto, se dejó incluso  matar por nosotros, por nuestra causa. Para que aprendiéramos el significado de amar, hasta los mismísimos huesos.

Aún así, un sabio dijo hace unos años que tenemos que estar muy, pero que muy contentos estos días. Parece contradictorio, pero tiene su sentido. La felicidad de pensar que nos quiso tantisísimo que dio su vida por nosotros, y bien dolorosamente que la dio, toma ya. “El abismo de malicia, que el pecado lleva consigo, ha sido salvado por una Caridad infinita” (2), touché. Fue lo que yo llamo un “crack”.

Quería compartir esta visión con vosotros, a mí me pareció sorprendente. Espero que paséis una feliz y reflexiva semana santa, os mando un beso enorme.

(1) Fireproof. Alex Jendrick, 2008. Prod. Samuel Goldwyn, Sherwood Pictures, Provident Films, Carmel Entertainment.
(2)  San Josemaría. Es Cristo Que Pasa (21ª Edición). Madrid, Editorial Rialp. 1973. Pág 208.

martes, 8 de abril de 2014

Veloz


Les ves abajo de todo, la pista es tuya. Vacía, te espera desafiante. Te camela, juraría que te está retando.

Te tiras sin dudarlo, no hay nada como la nieve polvo, no se puede comprar. Su valor es incalculable por definición, te deja jugar. Con carving cada curva es más veloz, antes de poder pensarlo llegas al cambio de rasante. Tu cuerpo entero se eleva, el corazón se para un instante. Tus ojos se abren, parece que los pulmones vayan a explotar. Cada músculo se tensa, expectante, espera un peligro. Tus manos agarran bien los palos, tus pies, extrañados, no soportan ningún peso. Sientes cómo vuelas, cortas el aire, el mundo es tuyo.

Aterrizas fuerte, recuerdas el valor de la determinación. Sigues en tu rapidez, en tus eses perfectas, tensión y flexión. Tienes miedo de perder el control. Espera, para un momento. ¿Tienes miedo?

Hay tantos tipos de emociones, tantísimos… No sabría escoger cuál prefiero. O quizás sí. Existe una sensación, un proceso, para el que no he encontrado una descripción perfecta. Me gusta llamarles “adrenalizantes”. Como yo lo veo, no hay nada, nada, parecido a lo que se siente cuando llega el conocido “subidón”. Llega y se va, y revoluciona y desaparece rápido. Evita la culpa, cobarde. Pero a ti te obliga a ser valiente, desde dentro todo te arde. No veo por qué iba a temer tal sensación, reconozco que prefiero buscarla.

También tú la buscas, por eso sé que no, no tienes miedo. No lo tuviste el día que te subiste a esa moto, te apoderaste del Tibidabo aquella tarde. Con sólo una cafetera a dos ruedas fuiste feliz, no necesitaste mucho. O el día de la cena en la playa, esa mirada paró tu corazón de un golpe, pero tú debías seguir con tu guitarra. Do, re menor, latido, latido, si bemol.

Y tu mente está ocupada pero debes frenar ya, tus esquís se deslizan perfecto, pero ya es hora de bajar. Wendy también subió con Peter, yo no te estoy diciendo que no. Y sin querer ser aguafiestas, pero sabes que también bajó.

Aun así, no sufras, los Alpes no se mueven, siempre podremos volver.