miércoles, 22 de julio de 2020

Mamá Cisne


Hoy me gustaría explicaros un punto de vista muy particular que tengo sobre las madres. Me resulta especialmente complicado plasmar la idea que tengo en la cabeza, no sé muy bien por qué. Después de pensarlo durante un rato he llegado a la conclusión de que lo que mejor describe mi visión de una madre es un cisne.

Mamá es un cisne, pero no es un cisne diferente al resto de la familia porque no sean de la especie de los cisnes, que lo son. Mamá es conceptualmente un cisne. Me explicaré.

Cuando el cisne se pasea por el lago, el resto de aves se sienten patos. Puede haber otros cisnes, pero siempre hay uno que es el más bello. Es el cisne. No es una especie, es una idea.

Te sientes pato cuando la ves, aunque sepas que en tu ADN pone que tú también eres un cisne. Pero su cuello es más largo, más esbelto. Se curva con el radio perfecto, tal y como en un cisne debería ser. Incluso cuando se agacha para colocarte las plumitas o ayudarte a subir a la hierba, incluso entonces el cuello de mamá cisne la estiliza.

Mamá cisne tiene aquella gracia, no sabrías decir exactamente en qué consiste. No es solo elegancia, es como si cada uno de sus movimientos evocaran al baile como modus vivendi. No está en medio de un ballet, no es poesía pura, pero tampoco apostarías mucho por afirmar que es prosa. En realidad sabes que no lo es.

Te miras tus plumitas y son blancas, jóvenes. Tienen un color claro que brilla con el sol, pero no son tan suaves como las de mamá. Las plumas de mamá dan la vuelta al brillo, es como si estuvieran perladas. Te gustan tus plumas, pero no tienen aquello… Aquello que hace que las de mamá sólo las tenga mamá.

Ves tu pico reflejado en el lago y es de un naranja precioso, en realidad eres un cisne muy bonito. Pero el pico de mamá parece más jugoso, parece que te dé un beso incluso cuando no te lo está dando. No es una forma concreta, tampoco un color.

Te gustan tus ojos, son marrón clarito, parecidos a los de mamá. Pero las tardes de verano los ojos de mamá toman aquel color miel, aquel por el que matarías. Y refleja la luz del sol y no sabes qué es ojo y qué es sol. En realidad te da igual la diferencia. Te guiña el ojo desde la otra punta del lago y sabes perfectamente qué te quiere decir, pero tampoco sabrías escribirlo en un papel.

Y también estás orgullosa de cómo vuelas, las clases surtieron efecto. Te mueves con agilidad y rapidez, tu juventud bien se las puede permitir. Estás segura de ti misma. Pero las noches de luna llena mamá y papá bailan en medio del lago y vuelan alto, y sus movimientos los practicas pero no te salen igual. Mamá tiene aquella soltura, la del pintor que os hizo ese retrato en París. Sus alas se mueven solas, no obedecen a ningún patrón, a ninguna clase que se les pueda impartir. Y papá la sigue y hacen que parezca fácil, que parezca asequible. Pero mamá cisne nunca lo será.

Es imposible, no se puede llegar a copiar a mamá cisne. Es un concepto, una idea. No se puede imitar ni asumir, se es o no se es. Y algún día tú serás mamá cisne para tus patitos, pero nunca te verás como tal. Porque mamá cisne es tu mamá, tu concepto de asíntota. Podrías empaparte de él y aún así nunca llegar a tocarlo, esa es su belleza. Podrías intentar escribir sobre ella, referirte a ella como un cisne, como una perla, y aun así no llegar a definir lo que representa para ti.


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