Hace tiempo, vi en una película (1)
una idea que giró completamente la manera que tenía yo de explicar algunos
conceptos que hay en mi cabeza. Os voy a exponer este giro, a mí me pareció
interesante.
Algunos navegan por esta vida, se
la toman como una travesía preciosa –realmente, lo es- que les fue regalada
algún día. Otros podríamos decir que simplemente “pasan” por aquí, sin llegar a
plantearse gran cosa, su manera de vivir es sobrevivir. Hay muchos modos de
tomarse este juego, pero todos tienen algo en común: no queremos jugar solos.
Seguimos, incluso perseguimos a
aquellas personas que nos sacan una sonrisa, que nos dan motivos para ir tras
ellas. La familia, los amigos, la pareja. Definitivamente suena redundante
decir que “Todo va bien… Mientras todo vaya bien”, pero es así. Cuando algo se
tuerce con aquellas personas a las que amamos, parece que se hunda el mundo.
Aparece un peso muy, muy pesado en la zona del pecho, como si se nos encogiera
el tórax. La garganta empieza a doler un poco; un dolor que emana desde dentro,
me gustaría saber explicarlo mejor. Las manos tiemblan, cogemos un lápiz para
escribir pero los dedos no responden. Los ojos empiezan a hacer el tonto,
parece que se nublen, que quieran llover. La cabeza duele, no tenemos ganas de
hacer nada. No queremos salir ahí fuera, sacar lo mejor de nosotros aunque ya
casi no quede nada. No queremos perdonar y dar más. Pero a veces lo logramos,
volvemos a empezar. Le damos otra oportunidad, otro detalle de amor, una
sonrisa nueva. Y nos vuelve a rechazar y esta vez sí que nos rendimos, porque no
es justo, ya no merece más.
En realidad… ¿Quiénes somos
nosotros para rendirnos? ¿Acaso no hicimos –y hacemos- lo mismo? A veces
pasamos a un nivel olímpico de Él. Otras veces le hacemos un poco de caso, pero
sólo el suficiente. Otras ya sí que nos esforzamos, le agradecemos de verdad
todo lo que nos ha dado, intentamos corresponder. Utilizar bien esos talentos
que nos regaló, poner la otra mejilla. Pero aquí el que supo poner la mejilla,
la cara entera y la vida fue Jesús. Y exigimos que se valore nuestro esfuerzo,
pero el suyo lo damos por supuesto. Y nos quejamos si no nos agradecen lo que
damos, pero el cariño que Él tuvo por nosotros no lo contemplamos. Llevamos
veintiún siglos sin hacer mucho caso del sacrificio que hizo por nosotros, pero
eso sí, si te hago un favorcito, agradécemelo al instante.
Hemos oído la historia muchas
veces, demasiadas quizás. Pero no sé yo si nos hemos parado a escucharla, a
interiorizarla. A darnos cuenta de que entre angelitos y algodones, decidió
bajar aquí a ayudarnos. Y para colmar el asunto, se dejó incluso matar
por nosotros, por nuestra causa. Para que aprendiéramos el significado de amar, hasta los mismísimos huesos.
Aún así, un sabio dijo hace unos
años que tenemos que estar muy, pero que muy contentos estos días. Parece
contradictorio, pero tiene su sentido. La felicidad de pensar que nos quiso tantisísimo que dio su vida por
nosotros, y bien dolorosamente que la dio, toma ya. “El abismo de malicia, que
el pecado lleva consigo, ha sido salvado por una Caridad infinita” (2),
touché. Fue lo que yo llamo un “crack”.
Quería compartir esta visión con
vosotros, a mí me pareció sorprendente. Espero que paséis una feliz y reflexiva
semana santa, os mando un beso enorme.
(1) Fireproof. Alex Jendrick, 2008. Prod. Samuel
Goldwyn, Sherwood Pictures, Provident Films, Carmel Entertainment.
(2) San Josemaría. Es Cristo Que Pasa (21ª Edición).
Madrid, Editorial Rialp. 1973. Pág 208.
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