Ardes,
te ahogas ante nuestros ojos e intentamos ayudarte, pero te derrites más rápido
de lo que pensábamos.
A
tu alrededor siempre ha habido calma, te erigiste despacio, con tiempo. Tranquilamente
elevaste tus muros, tan grandiosa que tardamos casi dos siglos en construirte.
Curioso, todos te conocemos, pero no teníamos idea de tu fragilidad hasta hoy.
Hemos disfrutado tan inocentemente de tus cristaleras, de tus gárgolas, que no
hemos siquiera pensado en ella.
Ahora
te vemos arder con desesperación y velocidad, con esa frustración que no
implica, pero impone. Muchos de nosotros no te sentimos tan nuestra como para
llorar, pero sí notamos que se desgarra una piececita de esta, nuestra
historia.
Impone
pensar que si la humanidad se resumiera en un par de páginas, aparecerías en
ellas. Sobreviviste a la Revolución, albergaste a reyes y a plebeyos. Nos estremecimos
cuando te vimos defender a aquel jorobado, con amor le protegiste y le
mostraste el camino a la libertad.
Pensaremos
también en aquellos ojos verdes que escondiste, con rabia ardiste ante Frodo.
Pero hoy hemos comprobado que la realidad no es tan bonita, tu naturaleza no es
inmune a las llamas. Y tenemos tanto que agradecerte.
Nos
has recordado que casi nada es indestructible, ni siquiera la mismísima
Notre-Dame. Que debemos disfrutarte y valorarte cuanto te mereces, porque
podrías no estar aquí para siempre. Y nos consolamos sabiendo que te
restauraremos, y además mucho más rápido que la última vez. Ahora mismo nos
empapa ese sentimiento de impotencia, pero te agradecemos que nos hayas recordado
esa sensación de equipo, de unión.
Hoy
la gran mayoría de la humanidad gira su mirada hacia lo que daba por supuesto: Tú.
Miramos con una mezcla amarga de asombro y desesperación como se hunde un
eslabón de nuestro paso por el planeta, con la ilusión de que repararemos
juntos los daños.
Y
por eso debemos darte las gracias, por recordarnos que todos estamos del mismo
bando. Nos pondremos manos a la obra y erigiremos de nuevo las columnas que te
ha robado el fuego. Nos consolará pensar que lograremos hacerlo, es una
certeza. Y que juntos podremos hacer que suene de nuevo tu son, el son de
Notre-Dame.
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