sábado, 17 de octubre de 2020

Papá Halcón

Me he dado cuenta de que describir a mamá cisne fue complicado, pero buscar un contexto para explicaros a papá halcón aún lo ha sido más. He llegado a la conclusión de que no se puede unificar lo que un padre representa, es una idea divergente.

Papá halcón es un cocktail exquisito, un ensamble perfecto. En él, la figura suave y cariñosa se diluye con la del cazador silencioso. Papá tampoco es un halcón porque sea el único que sobrevuela el cielo, pero es cierto que cuando pensamos en el halcón imaginamos uno solo, es el halcón, el master and commander de su territorio. 

Papá halcón domina su jurisdicción con presencia y también con sigilo. Parecían inmisciscibles, pero papá halcón las combina. Recorre el cielo con su mirada de cazador, pero nunca perdiendo de vista el Lago. Pobre de aquel que ose perturbar su hogar, pobre del acechante que amenace a mamá cisne o a los polluelos. Toda la discreción, toda la calma… Tornarán en un vuelo en picado que acabará con el agresor, da igual si es conejo o león.

Porque papá tiene el corazón puesto en el Lago, en sus cisnes. Es su alfa y su omega; su motivo para volar. Papá halcón es el único que logra fundir su tiempo en el cielo y en el Lago, sólo con su mirada podría hacerse tal cosa. Tiene esos ojos oscuros, misteriosos. No sabes bien a donde está mirando, ese es su secreto. Y ve todo y oye, y practicas en tus lecciones de caza a mirar como papá, pero a ti siempre se te escapan cosas. Las cosas pequeñitas que sólo ven los ojos de papá.

Papá halcón vuela alto, a veces se le ve hasta pequeñito ahí arriba. Quieres ser como él, pero no logras volar a esa altura, tienes frío. Las plumas de papá halcón son duras como el hielo, dan ese aspecto de poderío. Pero cuando está en el nido, las tocas y son blanditas; en el fondo papá halcón es un peluche. Pero eso sólo lo sabe mamá. 

Parece impensable, pero sí, tiene las plumas suaves, sus abrazos saben a guerra de almohadas. Él es el único capaz de convencer al mundo de que los bombones que siempre sobran son -casualmente- sus favoritos. Te recoge a la salida del coro durante años con tu canción, la que cantas a todo pulmón de vuelta a casa por el bosque. Y sólo después de años saldrás de otro coro, en otro bosque, en otro lago, y te darás cuenta de que casualmente papá siempre preparaba esa canción para ti. Siempre con ese sigilo, con esa discreción.

Papá halcón es el más musculoso, incluso tus amigos le tienen envidia. Y entrenas y te preparas, pero nunca logras su forma, se te antoja inalcanzable. Con ella papá halcón consigue las presas más difíciles, las más carnosas. Pero sus músculos se vuelven suaves al bailar, sólo él logra seguir a mamá y danzar como un cisne… siendo un halcón. Y casi parece que bajo la luna sus plumas se vean algo plateadas. Mientras intentas discernirlo, te das cuenta de que sólo papá halcón puede vigilar el valle y bailar en el Lago.

Viendo a papá halcón uno se siente torpe, hasta atrofiado. Incluso cuando ya te crees mayor, independiente y poderoso. Incluso entonces papá halcón acude en tu ayuda, ¿no lo entiendes? No dejará jamás de hacerlo, es su cometido, nació por y para él. Aunque tus alas sean fuertes, aunque sea tu momento. Quien tuvo, retuvo, y papá halcón no sólo tiene fuerza bruta, tiene esa habilidad. Esa manera de recordarte que nunca dejarás de necesitarle. 

Intentas practicarla, intentas estar pendiente de todas esas cosas a la vez, pero no te sale bien, te agobias. O vigilas o bailas, es imposible asumirlo todo. Sólo te queda soñar que quizás, cuando te conviertas en papá halcón para alguien, despertará ese don en ti. Con el mismo toque dulce, el sabor a tocinillo de cielo.



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