miércoles, 20 de julio de 2016

Paz (II)

Hola a todos, ¡siento la larga temporada sin escribir! Mil proyectos están haciendo que sea difícil encontrar ratos para dedicarme al blog, pero no os preocupéis, no os abandonaré. ¡A ver si logro cumplir con lo de “Al pot petit, la bona confitura”!

Lamento volver a escribir sobre la paz. Será que la encuentro interesante, o necesaria, o básica. O todas ellas.

Contradictoria. Incomprensible como la paz aparece en las peores situaciones, o puede desaparecer en las mejores, si uno no tiene su llave. Tremendo, actúa como y cuando quiere, si uno no la domina. Si no la controla, si no la posee. Si uno no tiene un As de paz en la manga, la situación se le tuerce cuando el azar así lo dicta. Cuando él quiere, a placer, a rabia.

Inmensa. La paz puede llegar a dominar a uno. La paz le atorga la capacidad de afrontar su peor pesadilla, un monstruo en el armario. Y vencerle cada noche, y dormir tranquilo. Y sin paz, no importa que no haya monstruo. Igual atormentará su hipotética presencia. Lo de menos es lo que haya el armario. Sin paz, incluso el aire torna en bestia.

Estable. La paz concede una de las cosas más anheladas por el hombre. La seguridad, aquello fiable. Aquello en lo que depositamos nuestro peso vital. Sin paz, jamás apoyaremos la carga del todo. La tranquilidad de ser consciente de que aquello troncal nunca fallará, sí, la paz la concede. Y el que la conoce y la domina lo sabe y, es más, cuenta con ello. Y ¿con qué cuenta el que no tiene paz? Con un péndulo sujeto al viento, a las patas de la mesa, al ruiseñor que lo golpea.

Paz es poder. Cualquier examen, cualquier dificultad, menguan si se enfrentan a alguien que tiene paz. La paz es el David que venció al más grande, al más fuerte. Y sí, hay problemas mayores que nosotros. “Nos superan en número y armamento”, diría aquel General. Y con una piedra… Con una piedra de paz bien lanzada, ya está ganada la batalla.

Paz es consejo, templanza. Saber decidir, o al menos no tener miedo a ello. Ir a por todas, o a por nada, pero a por algo en concreto, sabiendo a por lo que se va. Paz es resiliencia. Nada turba al pacífico. Nada le espanta. Y esas palabras no son mías.

Seguramente estaréis pensando que escribo esto por todas las personas que han finalizado los cursos académicos, o están apurando la temporada de trabajo cansados, antes de las vacaciones. Puede que algo tenga que ver, no os lo negaré. Pero la paz no entiende de estaciones, de días, de momentos. O está o no está, precisamente cuando se la necesita es cuando cuesta encontrar su llave. Pero su llave, eso sí que siempre está. Y además, está al alcance de todos, estoy radicalmente convencida de ello.




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