martes, 11 de marzo de 2014

Tiempo


Me ronda por la cabeza un tema que a todo el mundo preocupa. A veces agobio, a veces bendición. Qué regalo… Y en ocasiones, qué traición.

El tiempo, perfecta definición de igualdad. Nadie está a su resguardo, no hay paraguas que valgan. Ni oro, ni inteligencia, ni poder, ni experiencia. Nada sirve para combatirle, quien pretenda encararle va desarmado, es inútil.

La percepción que tenemos del paso del tiempo, ¡ay amigos! Eso sí es subjetivo. Es lo menos fiable, es de todo menos constante. Tan frustrante como intentar coger el humo de esas fogatas de verano en los Pirineos, intenté guardar un poco en un vaso. Ni trayendo una caja para llenarla, nunca habría conseguido quedarme con el humo. Se me escapaba de las manos, volaba. Puedo hacer una foto, quedarme con ese diferencial de tiempo. Pero sólo será una copia, un mísero plagio en tercera persona.

Parece que no me quiera, nunca me hace caso. Si quiero que pase rápido, se para. Peor que las mujeres con los escaparates, mucho peor, parece que nunca acabe. Es cruel, se ralentiza cada vez más. Y quiero que suene ya el silbato, porque las defensas están cansadas, veo venir que me van a meter gol. Y el corazón se acelera y cada segundo pasa más lento, no lo soporto, hace que le odie.

Si le pido, en cambio, que baje el ritmo, me ignora. Me rebasa y no me espera, me pongo furiosa. Y quiero que este domingo sea eterno, que las cervezas nunca se acaben. La música en replay y nosotros jugando. Y la barbacoa y las risas, gafas de sol y paseo por el campo. Lo teníamos todo… menos el tiempo de nuestra parte. Y volvíamos felices, cantando. Pero volvíamos, y lo había hecho de nuevo. No nos había hecho caso.

El tiempo… Traidor compañero. Pero compañero a fin de cuentas, pues siempre está ahí. Siempre me acompaña, debería aprender a confiar en él. Sin él, Beethoven no nos habría podido deleitar con su Quinta Sinfonía. Los momentos, literalmente, no existirían, ninguno de ellos. Ni la fogata, ni el partido, ni las risas del domingo. El tiempo… Qué regalo. Cuánto le odio… Y cuánto le amo.

1 comentario: