Hay mucha gente
haciendo reflexiones sobre la cuarentena, la salud, la familia o la propia
pandemia. No quería ser un tópico, pero el otro día me dijeron una frase que me
hizo pensar: “Uno tiene que preguntarse cómo quiere que le recuerden en un momento
así”.
Si os soy sincera, en
esta cuarentena me han sorprendido muchas cosas. Algunas son muy evidentes y
las hemos visto todos: la envergadura que puede llegar a tener un problema, la
sociedad, la política, la economía. Pero otras son tan sutiles que he tardado
dos meses en atisbarlas.
Quienes me conocen bien
saben de mi enorme fe en el potencial de la mente. La cabeza tiene una
capacidad infravalorada para regir a la persona, tan espectacular que puede
llegar a interferir muchísimo en cuánto nos afecta lo que llega desde fuera.
Evidentemente, esto no es el 100% porque somos personas, no ordenadores. Pero
también creo necesario decir que somos humanos, no plantas que sólo dependen de
que las rieguen desde fuera.
Hay personas que han
tomado esta situación con una actitud flexible. Y cuando digo flexible no digo
que les hayan tocado buenas cartas, pero su actitud ante la partida está
siendo, cuanto menos, potable.
He llegado a la
conclusión de que hay personas que son como ostras. Les metes una pequeña
basura en su vida y la convierten en una perla, y lo que la hace brillar es su
propia esencia, lo que han añadido a la basurita precisamente para protegerse
de ella. Y sin quererlo la han convertido en una joya.
Las perlas no siempre
son esféricas, para que lo sean no sólo hace falta jugar bien, también se
necesita una buena mano. Pero no sé si habéis oído hablar de las perlas
barrocas. No son redondas exactas, de hecho, a veces parecen un boniato, ya no
son ni patata. Son preciosas.
No hay dos perlas barrocas
iguales, es complicado encontrar un juego para hacerse unos pendientes. La
pobre ostra que las hizo seguramente tuvo una mala mano, o una buena que se
torció, pero hizo lo que pudo. Y allí está su proyecto, luciendo en tu cuello
como adorno inimitable. Literalmente único porque ninguna otra ostra, por
perfectas y esféricas que saque sus perlas, sabría hacer una igual.
Francamente, no creo
que esta vaya a ser una temporada de maravillosas perlas Kailis. Es probable
que estos años tengamos un cultivo espectacular de perlas barrocas y de
personas que no se veían capaces de hacerlas. Si me preguntan cómo quiero que
me recuerden, me gustaría que fuera como una ostra. Por mi parte, estoy
descubriendo a muchas, y esto es quizás lo mejor que me llevo de toda esta
situación.