Son muchos los que han escrito
sobre los motivos por los que surgen la crisis. Otros tantos sobre los que las
solucionan. He decidido sumarme a ese conjunto de generosos opinantes que nos
deleitan con sus visiones, pero en mi caso, de un modo un tanto más abierto.
Voy a generalizar con cualquier crisis que pueda ensombrecer toda situación,
sea banal o trascendental. Yo creo que uno de los factores principales es la
paz, o la ausencia de ella.
¿Paz? La paz no es solamente el
estado opuesto a una guerra sangrienta, plagada de armas de fuego y conflictos
políticos. Su falta ni siquiera necesita manifestarse exteriormente. La
paz a la que me refiero es aquella que caracteriza al que vive con templanza, que empapa su interior.
Me gusta ver a las personas como
pequeños núcleos pensantes que se mueven por la ciudad, entrecruzando sus
vidas. Dentro de cada núcleo, hay dos enfoques posibles que pueden darse ante
un problema. El sereno ordenará su mente con el nuevo estado de “conflicto”
implementado en ella, sin que eso le turbe. No perderá la paz, sino que la
utilizará para buscar una solución. No por ello dejando de ser ambicioso, al
contrario; antes habrá intentado de diez maneras distintas llegar al éxito, que
lo que el atolondrado habrá tardado en ordenar su caos interior. El que va con
prisas, el que no disfruta… Aquel verá en cada amanecer una nueva amenaza a su
delicada pseudo-calma. Va a emplear tanto tiempo en desenredar su agobio, que
el problema se le habrá comido antes de llegar al prefacio de su primera
solución.
Y si no tienes paz, ¿qué vas a
hacer? Piensas que el que la tiene carece de inquietudes, pero no hay relación
alguna. Eres tú, falto de paz, el que caerá en una crisis tras otra si no
logras encontrar el sosiego que enfriará tu cabeza. Y si, en cambio, eres aquel
que tiene quietud interior, serás capaz de ver el problema desde todas sus
perspectivas, y lo resolverás en cónica, o en caballera.
¿Qué nos ha pasado? En este siglo
hemos perdido la paz, todo nos perturba. Seis segundos que se retrasa el de
delante al ponerse verde el semáforo, y ya me estoy quedando sin claxon. No
pensamos, procesamos. El bloqueo generalizado cuando una situación no sigue el
patrón nos priva de tantas cosas… De reírnos con la canción, porque el semáforo
ya vuelve a estar rojo. Y el ordenador ha vuelto a engancharse, pero la solución
está en el diagrama que ahora dibujaré con un lápiz. Y la cónica no resolvía el
ejercicio… Pero la axonométrica te regaló el sobresaliente.